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Diálogo con el Dr. Alejandro López

Según dan cuenta algunos estudios provenientes de las ciencias sociales y humanas, el movimiento e ideas terraplanistas surgen hace casi dos siglos atrás y toman vigencia resignificándose en el contexto socio cultural contemporáneo a escala regional y global. En este marco, el fenómeno presenta complejos y tensos vínculos con profesionales y divulgadores ligados a determinadas ciencias naturales, sector desde el cual muchas veces se construyen discursos en relación al Terraplanismo que terminan simplificando y reduciendo a discusiones “lógicas” los planteos socio-culturales de fondo desarrollados por aquellos grupos emergentes. En este sentido, algo que fundamentalmente pasan por alto es que estos discursos terraplanistas se inscriben dentro de lo que se ha conceptualizado como “teorías conspirativas”. Las mismas resultan “teorías sobre el poder” que involucran un realineamiento de la confianza; pues articulan con una desconfianza en las instituciones y se abre el juego a reclamos alternativos sobre el conocimiento. Las ideas del Terraplanismo parecen imposibles o incluso cómicas. Sin embargo, todo tipo de pensamiento “antiintelectual” y “conspirativo” tiene una línea de pensamiento similar: «Los hechos establecidos son incorrectos o alguien miente sobre ellos». Este tipo de ideas tienen una larga historia en occidente (con antecedentes en la edad media y la modernidad temprana), pero eso no significa que las teorías conspirativas del presente sean iguales a las del pasado. 

En marcado contraste con conceptos desarrollados desde la astronomía moderna, la teoría de la Tierra plana coloca a la Tierra nuevamente en el centro del universo. La teoría propone que la Tierra es plana y delimitada por una pared de hielo infranqueable, la Antártida, cuyas verdaderas dimensiones se desconocen. Los teóricos de la Tierra plana tienen un conjunto diverso de ideas, y están divididos sobre la existencia de la gravedad, las dimensiones finales de la Tierra y otros detalles cosmológicos. La gravedad a veces se atribuye a una aceleración continua hacia arriba de toda la Tierra, como estar en un ascensor viajando hacia arriba, o simplemente no se explica. En este modelo cosmológico todos los demás cuerpos celestes como las estrellas y planetas, son mucho más pequeños que la Tierra y más cercanos. Así también, el sol y la luna se presentan como una especie de luminarias.

Los orígenes de la teoría moderna de la tierra plana pueden vincularse directamente al trabajo teórico realizado en el siglo XIX por el inglés Samuel Birley Rowbotham. El trabajo de Rowbotham sigue siendo fundamental para la teoría de la Tierra plana; sus experimentos todavía se presentan en el sitio web de la International Flat Earth Society como evidencia clave de una Tierra plana. Samuel Birley Rowbotham, era un acérrimo reformista socialista y propulsor de una lectura literal de la biblia como elemento base de la teoría de una Tierra plana. Tenía poco respeto por las conclusiones de la ciencia «elitista», y mientras se desempeñaba como líder de una comuna socialista en la década de 1830, realizó sus propios experimentos para respaldar sus conclusiones bíblicas,  creando así el denominado método “Zetético”. En este contexto, la evidencia experimental de Rowbotham se centró en pruebas fáciles de describir. La mayoría de sus experiencias propuestas eran experimentos realizados y realizables en agua. Este punto será clave para entender la idea de experiencia y experimento al que hacen mención los discursos terraplanistas contemporáneos.

Si bien la idea de la Tierra plana ganó adeptos en Inglaterra, encontró un terreno aún más fértil al otro lado del Atlántico. William Carpenter, uno de los seguidores de Rowbotham, emigró a Baltimore en 1879, donde comenzó a enseñar, publicar y dar conferencias sobre la teoría de la Tierra plana. Y aunque Carpenter murió en 1896, el movimiento terraplanista prosperó en Estados Unidos, emergiendo así algunos importantes “especialistas” o referentes y un centro en la ciudad de Zion, Illinois, la primera comunidad de terraplanista en la historia de aquel país.

Acercándonos un poco más en el tiempo, podemos ver que los “teóricos” modernos o contemporáneos de la Tierra plana operan principalmente en red, a través de particulares vínculos sociales, aunque también existen grupos localizados en todo Estados Unidos y el mundo. Su reciente reemergencia social puede ser entendida como fuertemente vinculada a las estructuras de comunicación global actuales. De este modo, podemos reconstruir este proceso siguiendo algunos relevantes eventos de impacto mediático.   

A fines de 2014, el músico, yogui y practicante de artes marciales de origen estadounidense que vive en Tailandia Eric Dubay, autopublicó un libro sobre la “conspiración de la Tierra Plana”; originando con esta publicación, al comienzo en 2015, una serie de repercusiones en las redes sociales tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido. En ese mismo año, Dubay comenzó un foro de debate sobre este tema en internet al que denominó The International Flat Earth Research Society. Luego, durante el año 2016, las declaraciones en Twitter de un personaje televisivo, “Tila Tequila”, y luego las del famoso rapero B. o. B. despertaron fuertemente la atención en Estados Unidos. En 2017 B.o.B. se convertiría en un abanderado del Terraplanismo al iniciar una campaña para recaudar fondos para enviar un satélite “independiente” al espacio y “comprobar” la forma de la Tierra. Asimismo, el 9 y 10 de noviembre de 2017 tuvo lugar en el estado de North Carolina, Estados Unidos, la Flat Earth International Conference, la cual reunió unas 500 personas. Este evento se autoproclamó la “primera” conferencia en el rubro y fue organizada por Robbie Davidson, un cristiano creacionista, e incluyó al youtuber terraplanista Mark Sargent. Aunque, como vemos, en el contexto de los Estados Unidos el tema tomó cierta notoriedad pública, en Argentina las repercusiones iniciales fueron relativamente pocas y se dieron entre finales de 2017 y finales de 2018 en la forma de notas de color en algunos diarios en internet y menciones muy esporádicas en otros medios

Pero tendríamos que esperar hasta el 20 de febrero de 2019, día en el cual, la página de Facebook de la municipalidad de la ciudad de Colón, Pcia. de Buenos Aires, a unos 300 km de Capital Federal, publicó la noticia de que allí se realizaría el “Primer encuentro Nacional e Internacional de Terraplanistas” el 2 y 3 de marzo de ese año. El anuncio rápidamente tuvo sus ecos en numerosos medios periodísticos. Aunque es interesante remarcar que lo que más escándalo causó fue que el municipio de Colón hubiera cedido el espacio en el “Lago y Complejo Polideportivo Municipal” para la actividad y la hubiera publicitado en su Facebook. 

Este hecho, visto como el último de una larga cadena y enmarcado en el contexto del recorte presupuestario y la percepción, por parte de la comunidad científica argentina, de una falta de aprecio gubernamental por la ciencia, generó una serie de intervenciones públicas de varias instituciones académicas y científicos en contra del Terraplanismo y en general de las “pseudociencias”.

Esta caracterización e historización de la reemergencia terraplanista contemporánea y sus relaciones con el campo académico, puede ser seguida en “La batalla por el cielo: Reacciones públicas contemporáneas de la comunidad científica argentina al Terraplanismo”, un interesante artículo relativamente reciente publicado en el volumen número 2 de la revista Cosmovisiones/Cosmovisões, de la Sociedad Interamericana de Astronomía en la Cultura, y editada por la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata. En este texto, su autor, Alejandro Martín López, se acerca, desde la óptica de la Astronomía Cultural, al fenómeno terraplanista, pero en el marco de determinadas relaciones con astrónomos, físicos y algunos científicos provenientes de las ciencias naturales en el contexto argentino. En este sentido, nos pareció interesante dialogar con Alejandro sobre este asunto, a fin de poder abordar y acercar al público aquellos aportes que, desde algunos estudios socio-culturales, se vienen realizando con el fin de comprender este movimiento social tan controvertido en cierto sector del campo científico, como es el Terraplanismo.

Alejandro Martín López, es licenciado en astronomía por la Universidad Nacional de La Plata, magíster en antropología por la Universidad Nacional de Córdoba y doctor en antropología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA, desde 1998 realiza investigaciones en etnoastronomía y etnomatemática entre grupos aborígenes chaqueños, especialmente entre moqoit, con quienes realiza investigaciones sobre la experiencia religiosa y los procesos de misionalización cristiana. De 2004 a 2008 coordinó el Programa de Astronomía Cultural del Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires, dictando allí el primer curso de Astronomía Cultural en la Argentina y desarrollando el primer espectáculo para planetarios sobre astronomía aborigen en el país: «Nayic Moqoit. El camino de los mocovíes». Actualmente es investigador de CONICET, en la Sección de Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la FFyL; y presidente de la Sociedad Interamericana de Astronomía en la Cultura.

Aunque invitamos al público lector a echarle un vistazo al riquísimo texto arriba citado del Dr. López, la idea de este diálogo es retomar algunos de los aportes realizados en ese trabajo, y sobre todo, desde la perspectiva de las ciencias sociales y la astronomía cultural, recorrer algunas características del fenómeno terraplanista y sus relaciones con las ciencias naturales a escala global y nacional.

A.M.: Teniendo en cuenta tu trayectoria de trabajo etnoastronómico en la región chaqueña, ¿Qué te llevó a estudiar, desde la perspectiva de la astronomía cultural, las relaciones entre algunos científicos y comunicadores vinculados con la astronomía, entre otras ciencias naturales, y el movimiento terraplanista?

A.M.L: Bueno, esencialmente porque lo que creo es que la astronomía cultural y las herramientas metodológicas que propone, para ser pensadas correctamente, deberían y deben poder aplicarse a las astronomías de toda sociedad humana incluyendo la astronomía académica occidental. Me parece que no hacerlo, no sólo es un error o una falta, sino que también evidencia otorgarle a la astronomía de la academia occidental un status epistemológico aparte que nos hace correr el riesgo de no estar pensando adecuadamente qué significa la construcción sociocultural de nuestras maneras de ver el cielo. Es decir, si realmente creemos que todo conocimiento humano se construye socioculturalmente, tenemos que aplicar esa idea y esa perspectiva también a los conocimientos y las formas de conocimiento que nos parecen interesantes o que nosotros tenemos en tanto nativos. O sea, debemos abordar analíticamente de esa forma los modos de conocimiento que nos parecen correctos o los que nos gustan más, o a las de conocer a las que estamos acostumbrados; no solamente a las de los demás o a las que nos parecen exóticas.

El Dr. Alejandro Martín López junto al meteorito El Chaco de alrededor de 30 Toneladas, en la Reserva Natural Piguem N’Onaxa “Campo del Cielo”, en la Provincia del Chaco, Argentina.

Y, además, en particular el caso de las relaciones entre el Terraplanismo y los académicos de las ciencias naturales, considero que es un tipo de conflictos donde se ven con claridad justamente los hilos y los puntos fuertes e importantes del problema de delimitación de lo que sería el conocimiento legítimo desde el punto de vista de las ciencias naturales, desde el punto de vista del conjunto de la sociedad, y desde el punto de vista de grupos específicos dentro del conjunto de la sociedad. Entonces cuando uno estudia estas reacciones de científicos ante el Terraplanismo, lo que ve son las maneras en las que, por ejemplo, los astrónomos académicos conciben las limitaciones de su disciplina, conciben los criterios de legitimidad de algún tipo de saber sobre el cielo y piensan su vínculo con el conjunto de la sociedad. De hecho el trabajo que yo hice se focaliza no tanto en qué piensan los terraplanistas, si no en cómo estos son mirados por los académicos de las ciencias naturales, y qué nos dice eso sobre las ciencias naturales.

A.M.: Si bien desde un amplio sentido común podemos llegar a elaborar algunas opiniones en relación al Terraplanismo contemporáneo, ¿De qué hablamos cuando consideramos desde las ciencias sociales al movimiento terraplanista en Argentina y otros contextos nacionales?

A.M.L: Cuando miramos más con una perspectiva desde las herramientas que nos dan las ciencias sociales, el movimiento del Terraplanismo nos revela un movimiento complejo que se puede abordar desde distintas perspectivas. Una de ellas es el campo de los estudios de las teorías o movimientos conspirativos que es un campo de estudios muy interesante y que tiene tanto trabajos que tienen una perspectiva desde la historia cultural, desde la historia del pensamiento o de los movimientos sociales. Y por otro lado hay trabajos también con una perspectiva etnográfica, que buscan aplicar el método etnográfico para entender cómo son, cómo funcionan, cuáles son sus dinámicas concretas. 

Creo que ambos tipos de estudios son muy interesantes porque lo que nos muestran es, primero que nada, que los movimientos conspirativos tienen una historia extensa, descartando el hecho de que hayan aparecido ayer. Y lo otro que nos muestran estos aportes es en relación a las formas de estructuración de estos movimientos. El hecho de que forman lo que podríamos llamar una suerte de campo conspirativo, que funciona como una red social laxa. 

Asimismo, otro punto importante es que estos estudios muestran que no están involucrados en este campo conspirativo personas que tengan un perfil psicológico con algún tipo de patología o personas que tengan algún perfil específico de género, de edad; o sea, resulta muy variada la adscripción o el interés a este tipo de movimientos. 

De gran importancia también es el rasgo característico de este fenómeno, al cual, de alguna manera, lo vemos como una contracara de las ideas hegemónicas en la modernidad contemporánea. Es decir, se presenta como la contracara de una serie de valores y criterios que se sostienen en el mundo contemporáneo en el que vivimos, o en el orden social en el que vivimos. Y una de las cosas que articula fuertemente este tipo de movimientos es la sospecha y la desilusión respecto a las grandes instituciones de nuestra sociedad, esencialmente los gobiernos y el sistema educativo, etcétera. Estos rasgos, a la vez, implican una mirada que entiende a la ciencia como parte de las instituciones del orden de nuestra sociedad, y de lo que se sospecha en primera instancia es de algún tipo como de colaboración, espuria, entre las instituciones de control social y las instituciones que producen el conocimiento. Y en ese sentido, la sensación de que la ciencia no favorece o no responde a las demandas de la sociedad en general si no a las de grupos hegemónicos que gobiernan o que controlan la sociedad, y la constatación de determinados eventos de que efectivamente pudiera ser así, es lo que genera esa desconfianza. De hecho es muy interesante que las encuestas Galup de 2010 muestran que hay una fuertísima correlación entre desconfianza de las instituciones de gobierno y las instituciones sociales, y desconfianza en la ciencia. 

 

Después, otra cosa que nos muestran estudios que abordan desde una perspectiva que intenta dar cuenta de cuáles son los hilos conductores de las cosmovisiones de los que pertenecen en particular a este campo conspirativo como el Terraplanismo; es, podríamos decir, como la vuelta de una concepción de la experiencia como base del conocimiento que se acerca bastante al concepto aristotélico de experiencia y que en algún sentido recupera cierta idea inicial de la ciencia acerca del carácter público de la experiencia que funda el conocimiento. Esta idea de que los experimentos o las experiencias en las que se fundan nuestro conocimiento deberían poder repetirse por cualquiera. En la ciencia contemporánea sabemos que eso en muchísimos casos no es posible, porque los experimentos son muy costosos, son muy específicos, requieren una tecnología muy específica; estamos hablando de conocimientos técnicos muy específicos para realizarlos, para interpretarlos, para recoger sus datos. Entonces, esto es percibido por cierto sector social, generando la idea de que en realidad el carácter público de esa experimentación es un carácter público restringido. Es decir, está habilitado para otros expertos que poseen las habilidades técnicas y las disposiciones institucionales para poder llevar adelante eso. En cambio aquella antigua noción de experiencia aristotélica, tiene que ver no tanto con un experimento realizado bajo condiciones muy específicas del que se sospecha podría dar cuenta de situaciones excepcionales y no de los hechos ordinarios y habituales, debería poder ser un hecho visto, reconocido y experimentado por el común de las personas, o sea, por la experiencia general de las personas. Y en ese sentido, en un contexto de esta postmodernidad de super valorización del individuo al menos en términos teóricos, en torno a las premisas “creo en lo que puedo experimentar directamente”, “creo en lo que puedo ver directamente”, “confío en lo que puedo ver directamente”; un renacer de esta idea de experiencia directa personal, verificable con conocimientos elementales, y esencialmente, por lo tanto, anclada al sentido común. Si uno ve las argumentaciones terraplanistas en general siguen esa línea, es decir, la idea de cómo encontrar un modelo que explique de manera muy sencilla y apelando a cuestiones ligadas al sentido común, lo que “yo veo” y lo que todas las personas no especialistas interpretan que “está ocurriendo”, sin apelar a producciones más complejas.

Obviamente esto no tiene en cuenta un montón de otros hechos que aparecen y que deberían ser explicados, y que la ciencia ya discutió en los contextos históricos de debates sobre distintos modelos de la forma de la Tierra, pero que son experiencias muy específicas que incluso en el momento en que se debatieron sólo advertían u observaban personas que se dedicaban específicamente al tema. Entonces este rasgo del movimiento terraplanista es muy interesante, en términos socioculturales ¿no? En el sentido de cómo en estos discursos aparece esta otra epistemología particular.

A.M.: En relación a la tensión entre científicos y terraplanistas que abordás socioculturalmente, en tu artículo sostenés que al no situar el discurso terraplanista en el marco de su cosmovisión, a los científicos involucrados se les hace imposible comprender el sentido de sus premisas, y el “juego de lenguaje” en el que se enmarcan. ¿Qué implica entonces entender el Terraplanismo en términos cosmovisionales?

A.M.L: Un abordaje científico del fenómeno terraplanista para tratar de comprenderlo y actuar en consecuencia es justamente tratar de entender en qué se basa o cuales son las ideas generales en las que está asentado. Entonces, en general, cuando uno observa las reacciones de los académicos de las ciencias naturales, observa que objetan el Terraplanismo desde una posición que da por sentados puntos de vista propios de la ciencia contemporánea. Desde allí, no se logra dar cuenta de cuáles son los presupuestos de los terraplanistas, y por lo tanto se discute cosas que los terraplanistas no dicen, o se propone una discusión desde lugares que los terraplanistas no están discutiendo. 

En este sentido, el primer punto fundamental es el no advertir que en el fondo del Terraplanismo hay una protesta y una desconfianza respecto a la ciencia como institución, lo cual implica que se esperaría de los científicos algún tipo de autocrítica del rol que la ciencia cumple en la sociedad y de cómo ha respondido a las demandas del conjunto de la sociedad o a las demandas de determinados grupos de poder. Entonces el no hacer ningún tipo de autocrítica respecto a esto es ya un punto problemático. 

El segundo punto es que, justamente, al apelar muchas veces a un modelo que presupone desde el punto de vista científico una idea de experimento basada en esta idea de experimento que sólo pueden repetir especialistas en contextos controlados, con la idea de control de variables, etcétera, se choca de cabeza con la idea del Terraplanismo o de muchos terraplanistas de la experiencia compartida, general. Entonces, es necesario comprender que lo que hay muchas veces en estas pruebas terraplanistas es una objeción o una no comprensión del concepto del científico contemporáneo de experimento, o de una idea diferente de lo que sería la experiencia que genera conocimiento. Entonces, es necesario comprender primero las bases epistemológicas de esa posición y la cosmología implícita para poder en todo caso dialogar con esa cosmología o proponer ideas para refutar posiciones de esa cosmología.

Por otro lado también, y esto es un punto fundamental, no comprender que las personas suelen tener conjuntos de ideas diferentes para ámbitos diferentes de la vida, y que es muy frecuente que personas que van a apelar al conocimiento científico para ciertos aspectos de sus vidas, de pronto en otros aspectos de las mismas se dispongan a manejarse con otros criterios de verdad y disciplinas que entienden que los pueden ayudar, lleva a grandes problemas. O sea, hay una pretensión muchas veces en el pensamiento científico, o entre los científicos, de que la manera de las ciencias naturales de pensar (porque ni siquiera muchas veces es de todas las ciencias), domine como criterio todos los ámbitos de la existencia. Y esto es algo que a lo largo de la historia sólo pocas personas han aplicado al conjunto de su vida, y que la mayor parte de las personas, incluso los científicos, los académicos, no hacen. Entonces, las personas tenemos muchas veces lógicas parciales que cubren ámbitos diversos de nuestra experiencia vital, y por lo tanto pedir el mismo criterio en todos esos ámbitos muchas veces es algo poco frecuente de encontrar y no se lo puede asumir como una obviedad. En todo caso, debería haber todo un proceso lento de construcción social que llevara a aceptar eso. O sea, la sociedad no necesariamente está de acuerdo en que el criterio científico o de las ciencias naturales, para ser específico, sea el adecuado para todo los ámbitos de la existencia.

Y en ese sentido, muchas veces los científicos parecen haber olvidado que cuando la ciencia moderna surgió con la época de Galileo, por ejemplo, era una propuesta que debía disputar la legitimidad social con muchas otras y que debía justamente de convencer al conjunto social de la pertinencia de su propuesta en los ámbitos de la existencia o para todos. No era algo que podía darse por sentado y había que convencer a los demás de su pertinencia. Esto se puede ver en el uso de Galileo de la astronomía popular, de sus “Diálogos…”, y otras obras. O sea,  en el gran interés de Galileo por la comunicación de la ciencia, porque justamente era un discurso que debía ganar su legitimidad. Con el tiempo, en el pasaje a transformarse en el modo hegemónico de conocer, en el modo legítimamente aprobado del conocer por las instancias de poder, ha llevado a la ciencia a la posición opuesta. Es decir, a transformarse en la ortodoxia, en la hegemonía que lo que busca no es ya persuadir en la arena pública de su pertinencia, sino eliminar cualquier competencia. Esto lo vemos en el rol secundario que tiene la comunicación de la ciencia en el mundo científico contemporáneo, donde prácticamente es una actividad extracurricular; cuando en los inicios de la ciencia moderna era una actividad central. Entonces, probablemente, los científicos deberíamos replantearnos nuestra concepción del rol de la ciencia en la sociedad y pensar en una concepción más democrática de nuestro rol. 

A.M.: De tu trabajo, otra de las ideas que se desprende es que los estudios socioculturales ligados al movimiento terraplanista serían de gran interés para la comunicación de la astronomía o la ciencia en general. ¿Cómo entendés que aquellos aportes podrían ser articulados por las personas involucradas en esta actividad?

A.M.L: Bueno, justamente creo que una de las primeras enseñanzas es una cosa que se observa por ejemplo en la enseñanza de la astronomía en los niveles de la educación básica; que es el hecho de que en tal contexto no existe una construcción en general del conocimiento que parta de la experiencia cotidiana, que parta de los sentidos, que parta del sentido común social y que a partir de ahí en todo caso, vaya estableciendo puentes y enlaces con otras epistemologías o con otros procedimientos para el conocer justificándose en un proceso gradual de enlazar las propias percepciones a otras percepciones más distantes de nuestro sentido común. Eso, que implicaría, por ejemplo, empezar trabajando con la astronomía a ojo desnudo, con la experiencia cotidiana, con cómo vemos cotidianamente distintos fenómenos celestes, y después en todo caso a partir de ahí ir construyendo experiencias que nos resultan más distantes, es algo que en general vemos que no ocurre. 

De manera distinta, lo que en general vemos es que hay una gran tendencia a la repetición de conceptos de forma casi memorística, pero sobre todo,  a la suposición de determinados fundamentos ligados a que nuestras formas de conocer serían obvias. Así, por ejemplo, se da por supuesta la noción de experimento, la cuestión de cómo construir nociones más complejas cuando se nos presentan fenómenos que no pueden ser interpretados por la concepción que teníamos hasta ese momento y que era útil hasta ese momento. Este es el caso de un proceso largo y, que de hecho es muy interesante de considerar desde otra perspectiva, porque cuando uno parte de la experiencia propia, del sentido común y de las observaciones directas, se construye un conocimiento que termina resultando mucho más significativo. Así también, considerar este proceso, implicaría poner en relieve la conexión entre ese conocimiento que voy construyendo y los intereses y necesidades de la vida cotidiana general. 

Entonces, lo que vemos es que, en los niveles de la educación básica, muchas veces se enseña astronomía como si todos los estudiantes fueran a ser astrónomos profesionales, o matemáticas como si todos fueran a ser matemáticos profesionales, y lo digo en términos de la perspectiva, no necesariamente en términos de los contenidos. Y esto sucede sin comprender que la mayor parte de los estudiantes no están interesados en ser profesionales, y que por lo tanto esas disciplinas tienen que entroncarse, enlazarse con los intereses generales de las personas y con lo que tiene que ver con sus vidas cotidianas y a partir de ahí construir otras cosas. 

De hecho, justamente el movimiento terraplanista apela a una polémica con la forma en la que se enseñan las ciencias en el sistema de enseñanza elemental, y muchos terraplanistas realizan cálculos sencillos de trigonometría, por ejemplo, para intentar dar cuenta de lo que entienden son los fenómenos que están observando; y en un punto yo creo que es muy interesante ver mucha gente interesada en intentar aplicar conceptos de geometría y entender la forma de la Tierra. Obviamente eso muestra que hay un interés en muchas personas por discutir este tipo de cosas que podría ser mucho mejor aprovechado en la enseñanza de las ciencias básicas en el sistema educativo. Así que ahí creo que hay mucho para aprender del Terraplanismo en el sentido de la comunicación de la ciencia y de la no subestimación del público. O sea, este movimiento plantea una oportunidad para comprender cuáles son las objeciones que las personas hacen al conocimiento científico que le presentamos, y qué es lo que estamos dando por supuesto y que no entendemos que no es un conocimiento obvio común y compartido, y que es algo que en todo caso habrá que construir y que habrá que plantearse cómo llegar a esas conclusiones.

Entonces, muchas veces hay cosas que damos por sentado en el enfoque, en los conocimientos que suponemos que son obvios y que no lo son. Por eso este tipo de cuestiones nos invitan a replantearnos muy desde el fondo la epistemología que estamos dando por sentada, la idea de qué es conocer, que también estamos dando por sentada, y la idea de cómo se enseñan esas formas del conocer a otros.

Agradecemos la desinteresada colaboración del Dr. López y su tiempo para este diálogo que nos ha arrojado luz sobre este interesante fenómeno sociocultural como es el terraplanismo. Apuntamos a que los temas aquí discutidos, sean aportes que, como sostiene nuestro entrevistado, redunden en tópicos cruciales para la reflexión en torno a la relevancia y características de la educación en ciencias en la infancia; y también, para la reflexión en relación al rol que les compete a los expertos del conocimiento científico en una sociedad plural y en las formas en que podrían ganar autoridad epistemológica en dicho contexto.

 

Fuentes

López, Alejandro M., 2020 «La batalla por el cielo: Reacciones públicas contemporáneas de la comunidad científica argentina al Terraplanismo». Cosmovisiones/Cosmovisões 1 (2): 93-127.

York, Alex, 2017 «American Flat Earth Theory: Anti-Intellectualism, Fundamentalism and Conspiracy Theory.» History Undergraduate Publications and Presentations. 3. Disponible en: https://pilotscholars.up.edu/hst_studpubs/3