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Actualmente somos capaces de organizar a la gran mayoría de seres vivos que nos rodean bajo la clasificación de especie, entendiéndose por especie a un conjunto de organismos con características únicas, que son capaces de reproducirse entre ellos y dejar descendencia fértil por sucesivas generaciones. Sin embargo, una especie dada no ha existido desde siempre o existirá en un futuro. Todas las poblaciones (individuos de una misma especie que viven juntos) se encuentran en constante cambio, manteniéndose sujetas a una serie de fuerzas que, en conjunto, modelan su evolución.  

La hipótesis de que las especies evolucionan a lo largo del tiempo comenzó a gestarse en la antigüedad, pero se vio materializada en el emblemático libro de Charles Darwin: “El origen de las especies”, que publicó en 1859, luego de recorrer las costas de varios continentes durante un viaje de cinco años. Estas ideas introdujeron en la sociedad una visión dinámica y progresiva a la existencia de los seres vivos, y abrieron la puerta hacia su comprensión como parte de un mecanismo complejo que involucra a todos los organismos.

Retrato de Charles Darwin

Con el paso de los años esta hipótesis se combinó con otras propuestas y avances contemporáneos, llegando a su definición actual: la evolución es un proceso a través del cual se producen una serie de cambios que determinan las características expresadas por los genes de las poblaciones, y que son mantenidos a lo largo de las sucesivas generaciones. Dependiendo de las condiciones ambientales y de eventos aleatorios, estas características fluctuarán entre ser nuevas (o innovadoras) y haber sido ya adquiridas (o estables), dando como resultado la biodiversidad en todos los niveles de la organización. 

Según las teorías más difundidas, la evolución es un proceso muy lento que ocurre constantemente. Es decir, las especies no son entidades estáticas en el tiempo, que aparecen y desaparecen de un día para el otro, sino que se encuentran en constante evolución, cambiando y modificándose a lo largo del tiempo. Aun ahora, todas las especies estamos evolucionando, pero no logramos percibirlo porque muchas veces requiere el paso de una gran cantidad de generaciones para llegar a observar algún cambio apreciable.  

Se cree que la vida comenzó hace 3700 millones de años, y evolucionó desde estructuras unicelulares muy sencillas hasta las complejas formas de vida que encontramos en la actualidad.

Que una especie evolucione significa que, con el paso del tiempo, vaya adaptándose al medio en el que vive, interactuando e influenciando directa y recíprocamente a otra especie (coevolución), generándose a partir de una especie más especies diferentes (especiación) o extinguiéndose.  

Adaptación del brazo para diferentes situaciones según las condiciones del medio en el que cada especie vive (arriba izquierda). Coevolución entre la flor de la Pasionaria y los abejorros que son necesarios para su polinización (arriba derecha). Diferentes especies de pinzones que evolucionaron de un pinzón ancestral, de acuerdo a los diferentes tipos de alimento que había en el ambiente (abajo izquierda). Guacamayo azul, una de las especies en proceso de extinción debido a la pérdida de hábitat y el mascotismo (abajo derecha).

 

Para que las especies evolucionen es necesario que actúen cuatro fuerzas principales: 

  • Mutaciones. Son los cambios que se producen en el ADN o ARN de las células. Pueden ser de muchos tipos (duplicaciones, inversiones, cortes, etc.), y ocurren azarosamente, generando cambios morfológicos, fisiológicos o conductuales, entre otros. 

La mutación en un gen da como resultado la coloración marrón en uno de los descendientes. 

  • Flujo génico. Es cualquier desplazamiento de genes desde una población hasta otra. Ocurre todo el tiempo y puede darse de diversas maneras (desde el polen que es transportado por el aire hasta las personas que se trasladan a otra ciudad o país), aportando una fuente muy importante de variabilidad a las poblaciones. 

Los escarabajos marrones migran a una población de verdes, aportando nuevos genes al reproducirse.

 

 

 

 

 

 

  • Deriva génica. Es la permanencia en una población de las diferentes versiones de un gen (alelos), cuando se transmiten de una generación a la siguiente. Este mecanismo es completamente aleatorio por lo que puede resultar en la pérdida de algunos caracteres o en el aumento de la presencia y fijación de otros, sin tener en cuenta los efectos beneficiosos o perjudiciales que confieren.

Ante un evento azaroso (intervención de un agente externo), la población de escarabajos ve reducida su cantidad de individuos de color verde. Por más que el verde pudiera ser un color ventajoso para el medio en el que se encuentra, los escarabajos verdes pueden llegar a desaparecer debido a la baja cantidad de individuos que quedan.

  • Selección natural. A diferencia de las otras fuerzas, no produce un cambio genético en los individuos, sino que actúa una vez ocurrido el cambio. Estos cambios deben influir en la reproducción y/o supervivencia de los individuos y ser heredables, para que quienes los porten tengan una ventaja o desventaja en el ambiente ante los otros caracteres que existen en la población.

Los escarabajos verdes no se logran camuflar tan bien como los marrones y son más susceptibles al ataque de las aves.

Estas fuerzas se encuentran actuando continuamente en los individuos, pero sólo si sus efectos logran perpetuarse a través de las generaciones, las poblaciones podrán evolucionar. Además, todo está ligado al contexto ambiental en el que se encuentran, ya que son los disturbios climáticos, físicos-químicos o ecológicos, los que determinan la adaptación y evolución de las especies.