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En el día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, desde Plaza Cielo Tierra conversamos con Sol Minoldo, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de Conicet en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), en Córdoba.

«Desde muy pequeñas, las mujeres somos socializadas para ser protectoras, cariñosas, cocinar y pasear bebés en cochecitos», nos explica la socióloga cuyos principales temas de investigación son el envejecimiento de la población, la calidad de vida y acceso a derechos en la vejez, los sistemas de protección social, las políticas sociales y los derechos sociales.
Reflexiona sobre la mujer en los espacios profesionales, las posibilidades y los límites dentro de éste, la división sexual del trabajo y cómo operan los estereotipos de género en los múltiples espacios de la vida cotidiana.

En el programa ¡No es tan así! de Parque Podcast, mencionas sobre las oportunidades profesionales y las características del mercado actual, usando el concepto de división sexual del trabajo. ¿En qué ámbitos de la vida cotidiana podemos reconocer este concepto? ¿Y en el ámbito científico?
La división sexual del trabajo tiene que ver con los estereotipos que asignan a las mujeres el trabajo que tiene que ver con el ámbito doméstico, la maternidad y los cuidados. También se espera que las mujeres nos ocupemos de ser bellas y atractivas, deseables para los varones. Mientras, a los varones se les socializa para interesarse en actividades que involucren el esfuerzo físico. Se les enseña que es ‘de varón’ manipular herramientas, pero también la competencia, la búsqueda del éxito, de destacarse.
Se nos festeja cuando participamos en los juegos que ‘nos corresponden’, pero en cambio nos acomplejan si una nena actúa de la forma que festejaríamos a un varón, y viceversa. Nuestros propios pares aprenden esos estereotipos y se ocupan de reírse si una nena es ‘torpe’ o ‘varonera’, o un niño no es lo suficientemente ‘rudo’, o quiere jugar con la cocinita.
Hay investigaciones que dan cuenta de cómo esta socialización temprana puede afectar nuestras preferencias y auto expectativas, y alentar o desalentar nuestro interés en unas u otras actividades laborales cuando seamos adultes. Pero cuando llegamos a la vida adulta no sólo hemos incorporado estereotipos sexistas toda la vida, sino que los mecanismos de asignación de roles se siguen activando. Así, cuando una mujer se incorpora en un ámbito de estudio o de trabajo donde predominan ‘varones’, su experiencia como minoría puede ser muy hostil. Mientras que un varón que elija actividades consideradas ‘femeninas’ va a encontrar poco reconocimiento social entre sus grupos de pertenencia.

En tus investigaciones trabajas los estereotipos de género en la ciencia. ¿Cuáles son las mayores brechas que cruzan el ámbito científico? ¿Y a la sociedad actual?
En cada familia se esperaba que hubiera un varón que fuese el ‘proveedor’, es decir quien trabajaba y recibía un ingreso, y una mujer que se ocupara del trabajo dentro del hogar. La división sexual del trabajo ha implicado durante muchos años que las mujeres, en su mayoría, no se incorporaran al mercado de trabajo.  Que, dicho sea de paso, no se consideraba propiamente trabajo justamente porque no generaba ingresos. Ligada a esta dedicación a las tareas no remuneradas venían la idea de las ‘cualidades’ femeninas como la abnegación y el dedicarse ‘por amor’.
Con la incorporación de la mujer en el mercado laboral, la división sexual del trabajo vuelve a resultar en segregación: las actividades laborales consideradas ‘femeninas’ son entonces las que tienen que ver con el cuidado de niñes y enfermes, con la costura, la cocina. También con la recepción de personas y otras actividades en las que la hospitalidad, amabilidad y/o apariencia sean cualidades claves. Promotoras, secretarias, enfermeras, maestras infantiles, peluqueras o cocineras, van a ser ocupaciones en las que predominen mujeres. Esto resulta en lo que se suele denominar ‘segmentación horizontal’ del mercado de trabajo, donde los trabajos supuestamente ‘femeninos’ tienden a ser menos remunerados que los demás.
La división sexual del trabajo sigue fuertemente arraigada en la cultura, pero en las últimas décadas se ha producido una acelerada incorporación de la mujeres al trabajo remunerado y aunque la división sexual del trabajo siga promoviendo la segregación, en algunos países – incluído el nuestro – también se ha incrementado fuertemente la presencia de mujeres en las carreras universitarias.
Sin embargo, sigue esperándose que las mujeres se ocupen del trabajo del hogar y muchas veces la maternidad u otras exigencias de cuidados familiares termina suponiendo para ellas muchas dificultades para poder avanzar en las carreras profesionales. Mientras el cuidado de los niños y del hogar, a veces también de las personas mayores, sigue siendo gestionado por cada familia, y no de manera colectiva, y sigue recayendo principalmente sobre las mujeres del hogar, se hace difícil compatibilizar con las exigencias del trabajo y resulta en una desventaja al momento de competir.