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Haber nacido en Santiago del Estero, estudiado en Córdoba y vivir hace 40 años en Brasil, le ha dado a su acento un sabor único. Miriani Pastoriza nació hace 79 años en el interior del interior. Alejada unos 60 kilómetros de la capital de Santiago del Estero, en Villa San Martín, una pequeña “ciudad estación” fundada a la vera del ferrocarril Belgrano, conocida por las fiestas de la Virgen de Loreto. Hoy ya tiene algo más de 20 mil habitantes, pero por entonces usaban agua de aljibe y donde había luz eléctrica solo cuatro horas diarias, a partir de las 20 y media hora antes de las 24 había una señal para avisar que todo se iba a poner oscuro.

Esas noches sin luna, la vía láctea se podía tocar, latiendo en miles de puntos centelleantes. El clima seco, ni una nube, cada tanto una estrella fugaz. Y un poco por divertimento y un poco por necesidad, sacaban todos la cama afuera, y en una galería sin techo mientras la brisa fresca la despeinaba, panza arriba, viajaba por la galaxia.

Durante el día leía. Su madre era maestra. En su casa había biblioteca. Y “todos los libros” estaban en la Biblioteca Francisco de Uriarte, frente a la plaza principal. Desde allí viajó hasta el 1796 cuando Laplace formuló su teoría de formación del Sol y el sistema solar. Ahí leía también las Billiken y Mundo Infantil, donde descubrió todo lo demás.

No tenía 10 años cumplidos pero ya tenía dudas existenciales. Entonces como todos en el pueblo fue a despejarlas con el cura. ¿Cómo era que Dios había creado el mundo en 7 días? El cura la escuchó y la mandó a rezar Aves María y Padres nuestro, porque no estaba por buen camino.

Había entendido que vivía en una insignificante piedrita que navega en el espacio, en torno a una estrella, y que la vida sobre el planeta depende del sol. Entendió luego que la astronomía es desde las primeras civilizaciones parte del día a día del ser humano, que el cielo está en la medición del tiempo, las siembras, los mitos. Y entendió que lo que forma en la Tierra, los minerales, en realidad tiene un origen allá arriba, en los interiores estelares.

Esta doctora en Astronomía dedicó su vida a la ciencia. Y fue muy lejos. Tanto que se especializó en astronomía extragaláctica. Pero además es la titular en el Departamento de Astronomía del Instituto de Física, en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, y miembro de la Academia Brasileña de Ciencias. Conoce de estrellas de neutrones, de enanas blancas, poblaciones estelares de galaxias, núcleos activos de galaxias, morfología y evolución de galaxias. Y Llegó muy alto: hay un peculiar tipo de galaxia lleva su nombre, junto al astrónomo argentino José Luis Sérsic sobre las llamadas galaxias Sersic-Pastoriza.

En 2010 el presidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva le dio la Orden Nacional del Mérito Científico y el año pasado recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba.

Dice que para la mujer no es ni ha sido fácil. Cuenta que en Brasil, donde trabaja, “solo 1 de cada 10 puestos jerárquicos en instituciones científicas son ocupados por mujeres”.

-¿A qué atribuye que esta falta de equidad en el rol de la mujer en el campo de la ciencia?

Creo que hay un factor de autocensura en muchas mujeres. Hay una dimensión cultural muy arraigada. Pero por otra parte a los hombres no se les exige la misma responsabilidad con sus hijos que a las mujeres, dice ella que tiene dos hijos uno biólogo y otro licenciado en informática, las mujeres que avanzan y llegan a posiciones altas son solteras o divorciadas.

O viudas…

Honoris Causa para Miriani Pastoriza por la Universidad Nacional de Córdoba – 2018.

-¿Cómo fue su llegada a Brasil?

– En 1976 comenzaron años de terror en la Argentina y tuve que emigrar en 1978. Soy parte de una generación que soñaba con poder cambiar las cosas y luchó por ideales pero con mucha ingenuidad, porque desestimábamos la fuerza del sistema. Otro astrónomo, Juan José Clariá a quien conocí en la Universidad Nacional de Córdoba, (la actual FAMAF, por entonces IMAF) que ya estaba trabajando en Brasil me ayudó a instalarme en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

-¿Se puede hacer ciencia de punta en América Latina?

– Sí, en Brasil trabajé en el Atlas de Galaxias Australes junto al reconocido profesor Servic. Hay que concientizar a los estudiantes de que también desde los países periféricos se puede hacer ciencia de calidad. Hay que salir afuera, sin inhibiciones, sin subestimarse. Porque para hacer ciencia no conviene aislarse, sino al contrario, compartir y traer ideas.

En el Observatorio SOAR, Cerro Pachon, Chile

En el Observatorio SOAR, Cerro Pachon, Chile

Cuéntenos acerca de sus trabajos.

– Mi primera publicación fue muy joven. He publicado un total de 216, muchos de ellos con gran impacto referidos a objetos asociados a las galaxias espiral. Y tuve la oportunidad de trabajar en el Instituto de Ciencias Espaciales de Baltimore en un gran proyecto de la NASA y la ESA, desde donde logramos descubrir cómo se forman las estrellas jóvenes en el núcleo de las galaxias.

A su entender ¿Cuáles son los mayores interrogantes que aún falta responder?

Descubrir qué es la materia oscura, porque la visible es una parte muy pequeña de la naturaleza. Y descubrir la naturaleza de la energía oscura, que sigue inflacionario al universo. Recientemente se detectaron las ondas gravitacionales, ha sido un gran avance, pero todo avance genera nuevas preguntas. Hay otros temas que hoy en día están recibiendo mucha atención y recursos para investigación como por ejemplo el descubrimiento mediante grandes telescopios de nuevos sistemas planetarios, es decir estrellas con planetas donde pueda haber vida, en las llamadas zonas de habitabilidad, lugares del cosmos donde puedan haberse reproducido las condiciones para la aparición de formas de vida en un caldo primitivo, como en la Tierra millones de años atrás.

Entiendo…

Pero hay un tema más, que es para mí el verdadero desafío de la ciencia en el siglo XXI.

A ver, dígame.

El gran desafío es terminar con el prejuicio de que las mujeres no pueden hacer ciencia. Me refiero a la dimensión cultural y educativa del problema, sacarle de la cabeza a las niñas que la meta en la vida es ser modelos, y presentarle modelos basados en el cultivo de la inteligencia y la apropiación del conocimiento, despertar en ellas vocaciones científicas. Por eso en Brasil trabajo muy intensamente en un programa llamado “Las niñas en la ciencia”, dando charlas y generando actividades para lograrlo.