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Según registros arqueológicos, China fue una de las primeras regiones en el mundo donde se originó la agricultura. Desde la antigüedad y a lo largo de la historia, esta práctica socio-cultural y económica siguió siendo relevante para China hasta antes del final del período imperial en 1912. Por otra parte, históricamente distintas sociedades han reconocido la relación entre diversos ciclos astronómicos y terrestres; por ejemplo, entre el movimiento aparente anual del Sol y el ciclo de las estaciones, de gran influencia en las tareas productivas. Por esta razón, los antiguos chinos se convirtieron en entusiastas observadores de los fenómenos celestes desde los primeros tiempos.

En paralelo al histórico desarrollo de sociedades políticamente organizadas en territorios, y las subsiguientes dinastías imperiales, surge en China la necesidad de elaborar calendarios y desarrollar una portentosa sistematicidad de las observaciones y registros astronómicos.

Hubo un largo período en el que el comienzo del año, mes y las estaciones se determinaron mediante la observación directa de los fenómenos celestes, considerando, por ejemplo, la determinación de los lugares precisos en el horizonte por donde salía (o se ponía) el Sol en distintos momentos del año. Pero a medida que surgió la necesidad de un estudio más preciso del cielo, se desarrollaron nuevos instrumentos para una observación más exacta. De este modo, la antigua astronomía china se fue profesionalizando, al tiempo que sus modelos y registros se fueron expresando en formas matemáticas. Conocer con precisión los ciclos de fenómenos celestes se convirtió además en un signo del poder, la capacidad y la legitimidad de un monarca.

 

China ha mantenido los registros de fenómenos celestes más largos y continuos en la historia de las diversas sociedades del mundo. Incluso los eventos celestes extraordinarios o “anormales” se registraron particularmente debido a su significado astrológico. Los registros históricos chinos cubren varios tipos de fenómenos celestes, que incluyen eclipses solares y lunares, la observación de manchas solares, novas o supernovas, cometas, meteoros, y todo tipo de fenómenos planetarios. 

 

Estos registros observacionales proporcionan valiosos datos históricos para estudios científicos realizados en la actualidad. En este sentido, en más de una oportunidad la comprensión de otras formas tradicionales de conocer el cielo permite recuperar en términos de la astronomía académica informaciones sobre fenómenos astronómicos del pasado que puede ser importantes para reconstruir procesos de larga duración. Un ejemplo de ello es el hecho de que los registros de observaciones de fenómenos como novas o cometas realizados por los antiguos chinos han sido muchas veces tomados en cuenta por los astrofísicos en nuestros días.

 

Los cometas son bolas de hielo de gases congelados, rocas y polvo que orbitan alrededor del Sol. Provienen de los confines del Sistema Solar y pueden llegar a tener el tamaño de una pequeña ciudad. Cuando un cometa en su recorrido orbital se acerca al Sol, se calienta y desarrolla una atmósfera alrededor del núcleo, llamada coma que puede alcanzar un diámetro de cientos de miles de kilómetros. A la vez, la presión de la luz solar y las partículas solares de alta velocidad (viento solar) soplan los materiales de la coma lejos del Sol, formando dos colas largas y a veces brillantes (una de polvo y otra de gas ionizado) que se extienden lejos del Sol por millones de kilómetros. Es probable que haya miles de millones de cometas orbitando en torno al Sol, pero el número actual de cometas conocidos es de 3614.

 

Los observadores del cielo de la antigua China fueron los primeros en interesarse por los cometas. El primer registro fiable data del año 613 a.C., y se cree, constituye el registro más antiguo de una observación del cometa de Halley. 

 

Según evidencian los documentos históricos, los antiguos astrónomos chinos observaron sistemáticamente y por largo tiempo diversos cometas; apreciaron que las colas de los mismos siempre apuntaban en sentido contrario a la posición del Sol y los describieron con tanto detalle que las descripciones resultan en contribuciones a las observaciones científicas contemporáneas. 

 

Libros de seda hallados en antiguas tumbas chinas revelan que los astrónomos de la dinastía Han (desde el año 206 a. C. hasta el año 220 d. C.), distinguieron diferentes tipos de cometas según sus colas; todos tenían nombres específicos, y de acuerdo con la tradición de la antigua China, sus apariciones estaban cargadas de particulares implicaciones astrológicas.

Como podemos ver también en otras sociedades a lo largo de la historia, para los antiguos chinos, cualquier cambio en el cielo, o cualquier evento celeste imprevisto, era considerado signo o presagio de irregularidades y eventos inesperados en el mundo de los humanos. Esto se debe a que su interpretación del cielo estuvo muy determinada por el marco de correspondencia construido entre ciertos eventos celestes y particulares asuntos humanos o terrestres. En la figura se muestran ilustraciones de cometas plasmados en un libro de seda descubierto en una tumba china del siglo II a. C.; aquel contenía los registros de distintos tipos de cometas, representados con meticuloso detalle.

Figura: Parte de un libro de seda descubierto en una tumba china del siglo II a. C.

Fuente: “Observation of Celestial Phenomena in Ancient China” de Xiaochun Sun, en Handbook of Archaeoastronomy and Ethonoastronomy. Clive N. Ruggles (Ed.).

Autor: Armando Mudrik. Licenciado en astronomía y maestrando en antropología – UNC.